Un hombre de Nueva York admite haber cometido un asesinato sin resolver en Virginia y dice que es “un asesino en serie que solo mató una vez”

UNA CONFESIÓN QUE CIERRA UN CASO DE 30 AÑOS

El 7 de septiembre de 2023, una llamada inesperada sacudió al departamento de policía del condado de Fairfax, Virginia. Stephan Smerk, un hombre de 52 años de Nueva York, hizo una sorprendente confesión a la detective Melissa Wallace; decía que quería entregarse por el asesinato de Robin Warr Lawrence, una madre y artista que fue brutalmente asesinada en 1994, cuando su hija tenía solo dos años. Esta llamada significaba que un misterio de tres décadas finalmente podría tener respuestas.

EL ASESINATO Y LA BÚSQUEDA DE JUSTICIA

Robin Warr Lawrence fue encontrada muerta en su casa en Springfield, Virginia, y aunque las autoridades investigaron el caso durante años, el crimen seguía sin esclarecerse. La familia de Robin, especialmente su hermana Mary Warr Cowans, ha vivido con el miedo y la incertidumbre, preguntándose quién pudo cometer un acto tan brutal. Durante el funeral, Cowans recordó pensar que el asesino podría estar en la misma habitación.

Durante años, se habían recopilado pruebas, incluida una mancha de sangre encontrada en una toalla en la escena del crimen. Sin embargo, las técnicas de análisis de ADN de aquella época no lograron proporcionar un nombre en la base de datos nacional CODIS. Eventualmente, se desarrollaron nuevas técnicas, como la genealogía genética, que permitieron a los investigadores volver a examinar el caso.

LA GENEALOGÍA GENÉTICA

La genealogía genética utiliza el ADN encontrado en la escena del crimen para identificar posibles familiares de un sospechoso. A pesar de que Parabon NanoLabs, una empresa dedicada a este tipo de análisis, había señalado que el caso de Robin era muy difícil, Liz, una voluntaria del departamento de policía, decidió seguir intentándolo. Tras tres años de buscar pistas, encontró un nombre que coincidía con el perfil del sospechoso: Stephan Smerk.

UNA CONFESIÓN IMPACTANTE

Cuando los detectives Wallace y Jon Long se acercaron a Smerk, este les dio su ADN sin dudarlo. Poco después, Smerk confesó que había asesinado a Robin en 1994, indicando que fue un acto impulsivo: “Sabía que iba a matar a alguien, no sabía a quién”. Durante el interrogatorio, Smerk se describió como un “asesino en serie que solo mató una vez”, y sus palabras dejaron perplejos a los investigadores. La ex perfiladora del FBI, Mary Ellen O’Toole, señaló que, aunque su historia parece incoherente, es plausible que alguien con esas compulsiones podría no haber matado de nuevo.

CONSECUENCIAS Y JUSTICIA

Smerk fue declarado culpable, y recibió una sentencia de 70 años de prisión, con posibilidad de libertad condicional en 2037. Aunque la familia de Robin ha encontrado algo de cierre, el dolor de su pérdida es profundo e irreversible. “Saber que alguien asumió la responsabilidad es un alivio, pero la angustia sigue presente”, dijo Cowans durante la sentencia de Smerk.

La comunidad sigue resintiendo el miedo que generó este crimen, pues se cuestionan sobre la seguridad en sus propios hogares. La sombra de lo que sucedió continuará afectando a quienes conocieron a Robin, recordando el impacto duradero que tiene un acto de violencia.

REFLEXIONES FINALES

La resolución de este caso es un poderoso recordatorio sobre cómo la ciencia y la tenacidad de las personas pueden llevar a la justicia, incluso después de décadas. La familia de Robin todavía lidia con la pérdida, pero ahora saben quién es el responsable de su terrible destino. El saber que un criminal ha sido detenido ofrece algo de consuelo, aunque la realidad de su ausencia siempre estará presente.

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