Ricardo O’Farrill eligió la comedia para escapar del trauma y el dolor

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Captura de pantalla del corto Claun, protagonizado por Ricardo O’Farrill. (YouTube)

A casi seis meses de ser noticia por viralizarse su afectado estado emocional y a cinco meses de ser internado en una clínica de rehabilitación de drogas, Ricardo O’Farrill apareció en La Entrevista a Yordi Rosado para compartir la verdad sobre su perfil como adicto, hablar de salud mental y ser honesto acerca de los episodios dolorosos de tu vida que te influyeron a tomar malas decisiones en perjuicio propio.

Durante los días 24 y 25 de abril de 2023, el nombre del artista de stand-up fue tendencia en las redes sociales debido a que invadió la boda del comediante Mau Nieto, publicó videos revelando la intimidad de otros colegas y fue captado exigiendo sus servicios a Aeroméxico. En cada caso parecía visiblemente molesto, lo que demostraba que no se encontraba bien.

O’Farrill fue víctima de un episodio maníaco-depresivo fruto de una serie de situaciones ligadas al consumo e ingestión de sustancias tóxicas. Hoy, según cuenta Yordi Rosado, recibe atención psicológica y psiquiátrica, además de apoyarse en amigos y familiares para mantenerse alejado de la marihuana y el alcohol. Detrás de la imagen que se volvió viral y hasta fue motivo de burla, hay un hombre que lidia con sus traumas y heridas.

A lo largo de la conversación entre ambos, Ricardo comparte pasajes que le dejaron huella pero que poco a poco ha logrado superar. Sin embargo, estos capítulos lo afectaron porque fueron grabados en su infancia y adolescencia, y su carácter introvertido le impidió procesarlos porque no hablaba del tema con nadie más.

“En ese momento no lo reconocí como depresión. En mi vida adulta tuve estos episodios de depresión. Pero cuando yo era niña mis padres peleaban mucho. Fui yo quien reunió mis ahorros y convenció a mi madre para que se divorciara, le pagué el alquiler de un apartamento y se lo amueblé. Le dije: ‘Hay un mundo ahí fuera y te lo estás perdiendo’. No quiero que mueras dentro de unos años y no hayas vivido lo que es la vida, sin haber descubierto qué es la libertad y qué es la vida'”.

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Al ser consultado por el conductor sobre la depresión que padece, O’Farrill relata que la violencia doméstica cometida por su padre, el periodista Ricardo O’Farrill, fue decisiva para él, principalmente porque le dolía ver a su madre agredida, triste y perturbada en su dignidad…. Afirma que hubo gritos y otras agresiones que lo hicieron llorar y sentir miedo por la impotencia.

“…llora, llora mucho. (…) A veces subía más. Mi padre, hace muchos años, era una persona diferente. Ahora voy a cenar con él, nos llevamos muy bien. Es una persona que ha cambiado mucho su forma de ser, pero hace años era de otra manera y creo que eso es algo con lo que mucha gente se puede identificar. Para mí fue como crecer con un tipo con un arma, nunca se sabe cuándo la va a sacar. (…) Era como vivir a la defensiva. Fue como ‘¿cómo estará su estado de ánimo hoy?’ Él nunca se metió con nosotros, salvo en contadas ocasiones, pero uno crece con este prejuicio porque dice ‘mi persona favorita, que es mi mamá, está pasando por esto’. Entonces eso causa un conflicto con tu figura paterna”.

Después de que la madre decidió divorciarse, la mujer entró en una crisis depresiva. Fue entonces cuando la huelga tuvo que centrarse en apoyar a la madre. Junto con sus tías, trabajó para estimular y fortalecer los niveles emocionales, afectivos y mentales de su madre para mantenerla en pie. Fue una tarea que requirió tiempo y esfuerzo. Sin embargo, logró su objetivo de reinventar a la persona que más ama.

“Después de que me divorcié, hubo un par de años en los que fui una persona de ese tamaño (pequeña), muy deprimida, y fue un trabajo de puro amor, de perseverancia, de terapia y de estar presente para que mi mamá Podría ser la persona que es ahora, que es una persona súper fuerte, independiente, capaz, amigable y extrovertida”.

Su etapa como estudiante de secundaria también puso a prueba su fortaleza como individuo para acompañar y soportar el dolor de otra persona a la que amaba entrañablemente, su amigo César, un chico con quien entabló una amistad especial luego del cáncer que le diagnosticaron. Ricardo asumió su papel de amigo en todos los sentidos para que César tuviera compañía de los de su edad en la recta final de su vida.

“Estábamos por entrar a la secundaria y a los que tenían la cabeza rapada los llamábamos ‘cocolisos’, los incomodábamos. Un día César vino y me dijo: “Oye, necesito decirte una cosa, voy a ser cocoliso. “Tengo cáncer en la sangre y me están empezando a dar quimioterapia”. Sacó un mechón de pelo, me lo mostró y me impactó mucho. Después de eso estuvo mucho tiempo sin ir a la escuela… (…) Hubo un momento en que dijeron que se iba a morir, que todo estaba perdido”.

“Recién en el 2006, recuerdo que porque estaba el Mundial, César estaba muy serio y yo fui a su casa a jugar Nintendo. Como pasaba horas tumbado, estaba muy bien. Le molestaba un poco el hecho de que yo fuera la única persona en la sala que lo visitaría en ese momento. (…) Estábamos de vacaciones de la secundaria y un sábado me llamó un compañero de esa escuela para decirme que le iban a llevar flores a César, que nos juntáramos todos para llevarle flores. Pensé “guau, hasta que toda la habitación esté dibujada”. Cuando llegué a su casa, las cenizas de César estaban sobre su cama”.

No estaba con su amigo cuando murió. No porque él no quisiera, sino porque la familia de César decidió no decírselo. Ricardo se sintió mal por estar ausente, por no estar ahí para despedirse como le hubiera gustado. Fue su primer enfrentamiento con la muerte, algo para lo que no estaba preparado.

“Fue un trago muy amargo. En ese momento me enojé mucho porque no me lo dijeron, pero ahora entiendo que la familia estaba de duelo y nunca pensó en contárselo a su mejor amigo. Era una persona que quería y admiraba mucho, César me parecía divertidísimo”.

Otra persona importante para O’Farrill es su hermano, quien de una u otra manera ha trabajado para él como docente en la comprensión de diversos temas. Creció con él, viéndolo y tratándolo como a uno de los suyos, a pesar del daño cerebral que sufrió debido a un trágico accidente que sufrió cuando era un bebé.

“A mi hermano lo tuvieron que cuidar porque a veces tiene convulsiones por las noches. Tuvo un accidente cuando tenía once meses. Debido al andador, siguió adelante y cayó desde el tercer piso por la ventana. Lo que dice mi madre es que cuando miró hacia afuera vio a un bebé acostado, pensó que en ese momento ya estaba muerto. Entonces lo llevaron al hospital. Y desde entonces mi hermano tiene una placa en la cabeza. Lo que nos dijeron los médicos es que tiene la mentalidad de un niño de siete años, pero tiene las habilidades de uno de cuarenta”.

“Cuando era niño nunca me di cuenta de eso. Recién me di cuenta cuando fui mayor, porque vi que tenía convulsiones, porque vi que el tratamiento era diferente. Desafortunadamente, de repente sufrió discriminación. Vi estas cosas, un día pregunté y me explicaron. Era genial cuando era niño no sentirme así… No había ninguna diferencia. Y me enseñó las tablas de multiplicar.

Mostrándose sincero y emotivo al narrar estos lapsos de su pasado, Ricardo O’Farrill se presenta como un hombre que encontró en la comedia un refugio para protegerse de aquellos fantasmas que lo perseguían y fueron el motivo de su caída en las adicciones. Sin justificar lo que hizo y responsabilizarse del daño causado, probablemente lo confiesa como un ejercicio de redención para expresar y liberar todo lo que ha reprimido en su interior durante muchos años. Fue un ejercicio de relieve que mostró al humano detrás del standupero.

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