Netflix se justificó, pero no logró mejorar

ANÁLISIS DE “NADIE QUIERE ESO”, TEMPORADA 2: UN CAMBIO EN EL TONO Y LA DINÁMICA

El año pasado, la comedia romántica de Netflix “Nobody Wants That”, creada por Erin Foster, generó mucho debate sobre su representación del judaísmo en una era donde este tipo de narrativas son escasas en televisión. La primera temporada cautivó al público gracias a la química entre Kristen Bell y Adam Brody, quienes interpretan a Joanne y Noah, respectivamente. Sin embargo, la llegada de la segunda temporada ha generado preguntas sobre si el programa logra mantener su inicial encanto o si se desvía de sus bases.

UN CAMBIO EN LA QUÍMICA ENTRE LOS PERSONAJES PRINCIPALES

La segunda temporada, que comenzó justo después de los eventos de la primera, se siente diferente. A pesar de que Noah y Joanne están esencialmente viviendo juntos, las inseguridades de Joanne acerca de su identidad judía continúan siendo el foco de sus conflictos. Aunque la primera temporada se centraba en su relación y desafíos, la nueva entrega explora nuevos conflictos narrativos, a menudo diluyendo la magia que hizo destacar a la serie en su inicio.

UN NUEVO ENFOQUE SOBRE EL JUDAÍSMO

Una de las críticas más notables hacia “Nobody Wants That” es su tratamiento del judaísmo. Mientras que la primera temporada ofrecía una visión única y humorística de las relaciones interreligiosas, la segunda se atreve a examinar el judaísmo más como un marco que como una mera religión. Algunos episodios profundizan en la historia judía, haciendo que Noah brinde sermones o reflexiones basadas en el Talmud, pero a menudo esto se siente forzado y menos auténtico.

PERSONAJES SECUNDARIOS Y NUEVAS DINÁMICAS

El elenco secundario, que incluye a Timothy Simons, Justine Lupe y Jackie Tohn, ha recibido mayor atención en esta temporada. Sin embargo, mientras se expanden sus historias, la química entre Noah y Joanne disminuye. Se siente como si el enfoque en estos personajes secundarios ha hecho que los protagonistas pierdan la conexión. Los nuevos showrunners de esta temporada, Jenni Konner y Bruce Eric Kaplan, han intentado ajustar estos problemas, pero parece que la esencia de la serie se ha perdido en el proceso.

LA SUPERFICIALIDAD QUE PERSISTE

Un aspecto que ha sido notablemente innecesario es la crisis profesional de Noah, que se introduce como una forma de diversificar las conversaciones entre él y Joanne. Sin embargo, esta subtrama no aporta la profundidad esperada. A medida que se introducen historias adicionales relacionadas con amigos y padres de los personajes, el hilo emocional de la serie se difumina, lo que dificulta que el público se sienta realmente conectado con ellos.

UNA TEMPORADA QUE PIERDE IMPACTO

La segunda temporada no logra caer en un precipicio creativo, pero el encanto que anteriormente caracterizaba a “Nobody Wants That” comienza a desvanecerse. Las secuencias se sienten repetitivas y hay menos desarrollo significativo en la relación principal. Además, algunas tramas, como el romance entre Morgan y el Dr. Andy, parecen estar más en línea con los estereotipos que con el desarrollo orgánico de los personajes.

REFLEXIONES FINALES

Aunque la serie aún tiene momentos dulces que podrían atraer a la audiencia, el sentido de conexión y el crujido entre Bell y Brody ya no son lo que solían ser. La falta de un cameo significativo de personajes memorables, como el rabino Shira de Leslie Grossman, refleja la carencia de esta temporada en cuanto a interacciones significativas. Las comparaciones son inevitables, especialmente con otras comedias románticas que han encontrado un mejor equilibrio narrativo.

Quizás sea necesario un “mulligan” creativo para que la serie encuentre nuevamente su camino. La comunidad de fans espera que la tercera temporada logre retomar la esencia que hizo de “Nobody Wants That” una sensación en su debut.

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