Grandes éxitos, fracasos épicos y presupuestos millonarios: la vertiginosa carrera de Ridley Scott a los 87 años | ICONO
Recién cumplidos 87 años y con un nuevo éxito de taquilla, Gladiator II, sumado a su impresionante carrera, Ridley Scott (South Shields, Reino Unido) puede permitirse el lujo de hacer algunos recados. Al igual que Clint Eastwood, que también acaba de estrenar en cines otro largometraje en 1994, Jury No. 2, el cineasta británico ya ha dejado claro que seguirá filmando mientras viva y pueda, lo que le sirvió de mucho durante la gira promocional. desde su último trabajo, por ejemplo, para burlarse de Quentin Tarantino y decirle que debería “callarse y hacer otra película”, en respuesta a su anuncio de retiro (Tarantino tiene 61 años). El desafío contra su colega no es lo más destacable de la temporada de entrevistas de 2024 de Scott, tras finalizar el año pasado proclamando que “los franceses ni siquiera se gustan a sí mismos”, por las quejas galas contra Napoleón (2023) o pidiendo a los historiadores “que. consigue una vida”, de la secuela de Gladiador (2000) confesó que no sabía si había tiburones en los barcos de Roma pero decidió “seguir adelante” de todos modos; o, con respecto a la escena de lucha númida contra los babuinos digitales, que se inspiró en el ataque de un babuino alopécico que presenció en Sudáfrica.
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Sobre conducir cuando tenía más de noventa años, dijo que de ahora en adelante se siente como si estuviera “en un auto de Fórmula 1”. Aunque quizá la declaración más impactante de la cosecha es que considera Gladiator II “la mejor película” que ha firmado jamás, tal y como afirmó en The Hollywood Reporter. Su último éxito de taquilla ha suscitado opiniones divididas, pero incluso a los entusiastas más acérrimos les resultará difícil no ver la frase del director de Alien, el octavo pasajero, como una broma. “Ella es una de las mejores”, se retractó modestamente más adelante en la entrevista. “Hice algunas buenas películas”. Lo que no se puede negar del británico es que, como el coche de carreras que le gusta parecerse, no se detiene. En abril tiene previsto rodar en Italia una película de ciencia ficción con Paul Mescal quien, en su perspectiva siempre hiperbólica, garantiza que tiene “el mejor guión” que ha leído en una década. En septiembre estrenará una película biográfica de Bee Gees. Y ya se habla de un tercer Gladiador, con una hipotética trama inspirada en El Padrino: Parte II (1974).
Ridley Scott en el set de 'Black Rain'.Sunset Boulevard (Corbis vía Getty Images)
Su ritmo prolífico, incluso intensificado en los últimos años, no estuvo acompañado de críticas favorables. Todo lo contrario. Las películas modernas de Scott –entre las que se encuentran algunas de las más caras de toda su carrera– no carecen de ambición, aunque el carácter resolutivo del cineasta, tan dado a tomar un punto medio ante cualquier duda, crea en Estas superproducciones tienen un extraña sensación por el desequilibrio entre la balanza y el desprecio con el que parecen ser atacados. El director de fotografía de Gladiator II, John Mathieson, un viejo conocido de Scott con el que no colabora desde Robin Hood (2010), criticó su actitud: en el podcast The Doc Fix acusó a su jefe, acusándolo de “vago” y “impaciente”, cubrir escenas con varias cámaras para filmar todas las fotos a la vez en el menor número de tomas posible. “No es bueno para la fotografía porque sólo puedes iluminar desde un ángulo. Si miras tus películas antiguas, la profundidad [visual] En gran parte se debió a la iluminación. Pero él sólo quiere quitárselo de encima”, lamentó.
El escritor y ensayista cinematográfico Jorge Fonte, autor de la monografía Ridley Scott (Cátedra, 2016), comparte ese desencanto con su obra actual. “La verdad es que no he visto Gladiator II porque me deja miedo, respeto y mucha pereza. Tuve la suerte de completar el libro con Marte. [2015]que es, en términos generales, lo mejor de la última etapa”, reconoce a ICON. “Vi la versión de Napoleón que se estrenó en cines, no la extendida, lo que también me dio un poco de pereza y me aburrió mucho. Cuando ves a Napoleón bombardeando las pirámides. [de Egipto]te desconectas. La historia no está bien contada y Joaquin Phoenix parece haber bebido ácido antes del rodaje. Entre batalla y batalla te quedas dormido, te despiertas con los cañones”. Con respecto al notorio disparo de Napoleón a las pirámides, Scott argumentó que narrativamente “era una forma rápida de decir que tomó Egipto”.
Fonte destaca que “a lo largo de su carrera siempre ha tenido muchos altibajos, películas enormes y otras que nos podrían haber salvado”, aunque le impresiona el diálogo entre el Scott del presente y el ecosistema industrial actual. ¿Un maestro churrero con proyectos de 200 millones de dólares, ideal para la era del contenido? “Hay un consumo cada vez más rápido de películas y series, tal es la avalancha que nos golpea. Se están produciendo a un ritmo excesivo, llegan a las plataformas y nos olvidamos de ellos. Hay películas recientes de Ridley Scott que nunca antes había visto. Todo el dinero del mundo [2017] y La Casa de Gucci [2021] Son casi iguales. y el ultimo duelo [2021] Parecía mucha película para tan poca historia. “No necesité dos horas y media para hacerlo”.
Restaurando el sueño de Marco Aurélio
Ridley Scott, que comenzó su carrera como un visionario director de ciencia ficción y un hábil conocedor del lenguaje publicitario, encontró su nombre mucho más asociado en la segunda mitad de su vida con megaproducciones épicas. Aunque siempre le ha interesado el marco histórico, como atestigua la película con la que debutó, Los duelistas (1977), o su relato defenestrado de la llegada de Colón a América en 1492, La conquista del paraíso (1992) -que, según reveló Dentro de unas semanas quiere relanzarla con una nueva producción de cuatro horas: el gigantesco éxito de la primera Gladiador le convirtió en el hombre que refundó el peplum. Junto con El señor de los anillos (2001), la película de Scott sentó las bases del cine espectáculo del siglo XXI y marcó el inicio de una nueva época dorada de las aventuras épicas, a la que regresaría con resultados dispares en El reino de los cielos (2005), Robin Hood. (2010) o Éxodo: Dioses y Reyes (2014).
Andrew BR Elliott, investigador británico que estudia la representación del pasado en la ficción, coordinó y editó en 2014 The Return Of Epic Film: Genre, Aesthetics & History In The 21st Century, un libro en el que indagaba en los motivos de este resurgimiento. “Scott logra evocar el espíritu del pasado, no sólo un mundo pasado. Su Coliseo da vida a la Antigua Roma de una manera que una visita real al Coliseo auténtico no puede. “El ojo pictórico de Scott tiene un gusto por la puesta en escena que hace que sea difícil descartar lo que vemos como un pasado distante, sino más bien como algo vivo, que respira y presente”, explica a ICON. Elliott cree que las olas del cine épico de Hollywood representan el paso a la edad adulta de directores de diferentes generaciones, aludiendo, en el caso del responsable de Gladiator, a la herencia de Anthony Mann, William Wyler, Giovanni Pastrone y Cecil B. DeMille: “Hay algo autobiográfico en este instinto. El regreso a la épica en los años 2000 marca la madurez de los directores que recrean las producciones épicas de su juventud en los años 1950 y 1960, que a su vez rindieron homenaje a las de los años 1920 y 1930, y así sucesivamente”.
Además del conocido “eco en la eternidad” al que alude el personaje de Russell Crowe, no es difícil detectar reflejos contemporáneos en las dos películas de Gladiator, crónicas de la decadencia de un imperio decadente, marcado por la corrupción, las desigualdades, la tiranía y la panem et circos. Elliott, sin embargo, no cree que el sentido del espíritu de la época sea la clave del éxito de Scott. “Creo que ese tipo de declaración no tiene sentido. Kingdom of Heaven es un buen ejemplo: por supuesto, una película de 2005 centrada en las Cruzadas inevitablemente tendrá que ver (y será consumida por) los conflictos contemporáneos en el Medio Oriente, pero casi todas las películas anteriores sobre las Cruzadas también tienen resonancias con su época. . . Cualquier reflexión sobre el pasado, si es buena, las tiene”. Para Jorge Fonte, la mayor aportación del cineasta a la epopeya ha sido su afán por las recreaciones: “Antes de ver a Richard Burton y parecía salido del lavadero de autos, ni siquiera se rompía el pelo peleando. Este realismo en los elementos de batalla, donde te ensucias con barro, sangre, nieve… es algo de agradecer. La visión que tenemos ahora de la Roma imperial está muy influenciada por él”, le dice a ICON.
Del mismo modo, no se puede separar la identidad artística de Scott de la de su colega británico Stanley Kubrick, cuyo Spartacus (1960) es una de las influencias más evidentes de Gladiator. Cuando se embarcó en Napoleón, hubo quienes interpretaron la jugada como un cambio para el mítico cineasta, otro todoterreno capaz de abordar con éxito producciones bélicas, históricas o de ciencia ficción que, sin embargo, nunca realizó su sueño de realizar un largometraje sobre Bonaparte. Crítica y público se sorprendieron (algunos, mucho) al encontrar el año pasado una película cercana a la comedia, un retrato ridículo del emperador que se vuelve aún más grotesco en la versión superior ampliada de tres horas y media. Para alguien que, paradójicamente, hacía de los presupuestos altísimos y de los conjuntos monumentales un hábitat natural, Napoleón sugirió que Ridley Scott no sentía nada especial por la ambición o los logros extraordinarios como un fin en sí mismos, compatibles, al fin y al cabo, con ser un hombre tan patético y triste como su protagonista. En lo que casi podría leerse como un comentario intertextual, donde Kubrick o Abel Gance se desplomaban antes de culminar la empresa, Scott relativizó su importancia.
Debido a la rapidez con la que envía los encargos y al desconocido grado de implicación en los guiones de sus películas (admitió que interviene, pero sin recibir crédito al no pertenecer al sindicato), sería atrevido señalar a autores discursos de los que extraer cómo y qué piensa Ridley de Scott, aunque Napoleón ofrece una sugerente ventana a un cierto cinismo amargo. En un perfil en The New Yorker con motivo de su penúltima película, se aludió a otra cuestión fundamental en el entendimiento del cineasta en los últimos años: el suicidio de su hermano, el también director Tony Scott, en 2012. Momentos antes de ser apartado de la vida, Según los informes, el hombre detrás de Alien y Blade Runner intentó animar a su familiar por teléfono a trabajar en una nueva película para superar la crisis emocional. “Ridley me dijo una vez que toda su vida lo había perseguido una profunda depresión. Él la llama perro negro, como la llamaba Churchill. Dice: “Si me detengo, me hundo”, declaró el biógrafo Paul Sammon.
Gladiator II le proporcionó el mayor estreno comercial de su carrera a nivel mundial y superó los 320 millones de dólares acumulados. El barco sigue avanzando, lejos de sus críticos, lejos del perro negro. Y quien tenga reservas sobre la calidad de su última etapa siempre puede recurrir a lo que recordó el columnista Stuart Heritage en The Guardian: “La buena noticia de tener más proyectos es que habrá más entrevistas con Ridley Scott”.