En sus primeras apariciones en televisión tuvo que alternar con Benny Moré, quien la elogió efusivamente. Foto: Archivo.

Si fue capaz de levantar al público de un cabaret de sus asientos de teatro sólo por la fuerza y ​​la naturaleza cautivadora de su voz y su repertorio, no hay duda de que fue genial.

Una tarde de una semana, y mientras realizábamos un trabajo periodístico, recibimos una llamada del investigador Henrique Bolívar Navas invitándonos a un modesto, pequeño y acogedor bar del tradicional barrio de La Pastora, en Caracas. El lugar tenía una máquina de discos que el melómano también describió como una máquina de discos seria y bien alimentada. De esta máquina de discos (victrola, máquina de discos, velonera, Traganíquel, nombres según el país) no salían canciones convencionales de las que se escuchaban en la radio. De esta máquina de discos surgieron voces, agrupaciones, tríos e incluso agrupaciones instrumentales de gran calidad y casi desconocidas.

Allí, en aquel pequeño bar ya desaparecido, la voz de La Freddy, desconocida para el periodista, provenía de la máquina de discos. Bolívar Navas llamó para hablar de ella porque pudo verla en varias apariciones en televisión y seguir sus pasos (en prensa, radio y televisión), ya sea en el Pasapoga Club o en Coney Island. En el momento de la visita de La Freddy a Caracas, este locutor y productor ya era un interrogador y un incipiente investigador de profundidades musicales. Así, la visión de La Freddy, personaje fabuloso que hizo famoso el bolero tan intenso como fugaz, fue compartida por Bolívar Navas.

¿Fredesvinda o Fredelina?

Mucha información y leyendas cruzadas se han tejido en torno a ella, su nombre, su lugar de nacimiento, su familia, sus padres y por ende sus apellidos, su obesidad extrema, su corazón enfermo, su descendencia y de su precaria vida huyó al extranjero. tierra, en casa ajena, y siembra eterna en un cementerio ajeno donde, por la gracia de Dios, la solidaridad de sus compañeros le confirió dignidad, allí, en Puerto Rico, donde murió.

Si ella era capaz de levantar al público de un cabaret de sus asientos como si fuera un teatro sólo con la fuerza y ​​el encanto de su voz y su repertorio, no hay duda de que era grande, más grande que su obesa figura y sus labios gruesos, sus extrema sencillez y las desgracias que nunca la abandonaron.

Las primeras investigaciones apuntaron al nombre de Fredesvinda García Valdés, nacida en Camagüey, Cuba, en 1933. También indicaron que a los 12 años viajó a La Habana, sin dar pistas sobre si llegó con sus padres o cuándo llegó. Hay cierta coincidencia en el sentido de que a los 12 años trabajaba como empleada doméstica para mantenerse en una habitación alquilada. Luego vendría al mundo su hija Grisel (o Gisel), presumiblemente traída al mundo en 1951, cuando esta mujer tenía 17 años.

Pues bien, todas estas investigaciones con el tiempo entraron en contradicción con otras, cuando surgieron datos relevantes que indicaban que su nombre no era Fredesvinda, sino Fredelina, quien no nació en Céspedes, Camagüey, sino en La Habana el 11 de noviembre de 1934, y que su Los padres tenían nombre y apellidos, Justo García y Manuela Herrera. Una vez, en una entrevista radial, La Freddy destacó que era de la región, del barrio El Cerro, en La Habana.

Fue en los años cincuenta cuando se reveló, no masivamente, pero sí ante quienes visitaban un bar al que acudía cuando salía del trabajo. Ese bar, llamado “Celeste”, ubicado en el cruce de las calles Humboldt e Infanta de La Habana, se convirtió no sólo en su apoyo emocional, sino también en su sustento económico, porque esa música le dejó algo que le ayudó a afrontar su situación, aunque fuera era comprar tus eternos cigarrillos “Salem” y cancelar tus bebidas. Esto quiere decir que “Celeste” representó de alguna manera un inicio profesional. Dicen las declaraciones que llegó de noche y todo se detuvo, en la mesa que eligió colocó los cigarrillos y pidió “la bebida de siempre” y cualquier camarero sabía cuál era la bebida, seca, colocándola frente a esa mujer enorme que se puso a cantar. cuando sonó la máquina de discos y ella, con una maravillosa y poderosa voz de contralto, sacudió a todos los que la escucharon. En “Celeste” fue bautizada como La Freddy, dejando de lado para siempre su nombre de pila.

Rockola. Foto: Archivo.

Allí ya la había escuchado la extraordinaria compositora y bolerista Marta Valdés y formaron una verdadera amistad; Ya escandalizó a la compositora Ela O'Farrill, invitada una noche a ir a la casa donde cantaba Fredesvinda mientras trabajaba en la cocina, y después escandalizó a Aída Diestro, quien logró convencerla de que dejara “Celeste” para ir al hotel Capri. , tan elegante, tan lujoso, tan…

Los investigadores señalan también que fue allí en Capri donde comenzaron sus contactos comerciales con un empresario y un productor musical y cierta jet set habanera que incluía artistas y compañías discográficas. Estando aún en Capri tuvo la oportunidad de acceder a la televisión a través del programa “Jueves de Partagás”, de gran popularidad en la época. En sus primeras apariciones en televisión tuvo que alternar con Benny Moré, quien la elogió efusivamente generando en ella el comentario: “Me podría dar otro infarto ahora mismo después de escuchar a Benny decir lo que dijo”.

Sabemos también que esta mujer grabó un solo disco, el cual fue dirigido y arreglado por Humberto Suárez, autor de aquella canción que muchos recordamos en la voz de Roberto Ledezma: “Con el corazón te espero” (“pero el amor es más fuerte/ que el poder del mundo entero y allí/ al final del camino/ con el corazón te espero”).

El manager discográfico era Jesús Goris, exitoso dueño del sello Discos Puchito, activo en la isla a pesar de las circunstancias políticas de la época, y el manager personal de Freddy era Néstor Baguer.

Todos coinciden en afirmar que los arreglos musicales de aquel disco no estaban en sintonía con la calidad de voz ni la intencionalidad emocional de La Freddy, pero este es el testimonio, el único que queda fielmente registrado del paso de esta intérprete por el mundo de la música disco.

El LP, con 12 canciones, se tituló “Noche y día. “Freddy con la orquesta de Humberto Suárez”. La portada del disco tuvo mala suerte, pero nada impidió que el público cubano saliera a hacerse con una copia. Eran la voz y el repertorio, la voz y el alma de esa criatura.

El álbum fue lanzado en abril de 1960, año en el que La Freddy inició su primera y única gira internacional. Hay analistas de la vida y obra de La Freddy y Bolívar Navas fue uno de ellos que señala el difícil momento del inicio de la carrera pública del joven intérprete.

Por un lado, la situación política con el triunfo de la Revolución propició cambios y muchos empresarios y artistas se sintieron afectados. También estuvo el detalle de la alta competencia musical en las noches habaneras, especialmente en el ámbito femenino. La Lupe, Elena Burke, Moraima Secada, Olga Guillot, la propia Marta Valdés y otras más se adueñaron de los escenarios.

Freddy en el Capri. Foto: Archivo.

La salida internacional

A fines de septiembre de 1960, Freddy partió para cumplir su primer contrato internacional firmado con el cantante, actor y luego empresario Hugo Romani, de origen argentino, quien la llevó a actuar a Venezuela, en programas de Rádio Caracas Televisão. Romani fue el principal productor y contacto musical de Renny Ottolina, el famoso presentador de televisión venezolano. Romani también consiguió entradas en el Pasapoga Cabaret Club y el centro de diversiones Coney Island junto a otros artistas cubanos en un espectáculo producido por el coreógrafo Gustavo Roig, y donde, sin duda, La Freddy también fue la sensación del momento.

La investigadora Rosa Marquetti destaca la reseña publicada el 22 de octubre de 1960 por el periodista cubano (no venezolano) Bernardo Viera Trejo, quien, habiendo salido de Cuba en marzo de ese año, fue asimilado por la revista Élite, en Caracas.

Viera escribió: “Desde hace una semana Freddy sacude a los venezolanos con su estilo limpio, original y muy puro. Por las noches, el suelo de la discoteca donde trabaja se llena de su cuerpo y todo el club se llena de su voz redonda y sonora como ninguna otra. Freddy es aplaudido una vez. Y otro. Y otro. Y canta diez y doce canciones cada noche. Así que nadie ve el baúl de la gran mujer: todos ven su voz, su pureza, la ternura de sus expresiones. Una vez más, la ley de compensación”.

De Venezuela pasaría a México sin pasar por su Cuba natal. Hubo también en La Habana, en “Celeste”, en El Capri, varios lugares donde dejó su huella, sus amigos, sus cigarrillos Salem. También estaba su única hija, Grisel o Gisel, quien fue acogida por un amigo de la infancia del barrio habanero: El Cerro.

En México no fue posible grabar un segundo disco que sería dirigido por Julio Gutiérrez, el talentoso músico cubano autor del bolero “Inolvidável”; También hubo problemas económicos contractuales. Freddy optó entonces por viajar a Miami, ingresando a territorio norteamericano el 5 de abril de 1961 y de allí partiendo hacia Puerto Rico. De Miami saltó a San Juan, Puerto Rico. Llegó como invitado del compositor y pianista cubano Bobby Collazo, quien entonces vivía en San Juan.

Cosas de la vida, con ello se cumplió el título de la famosa canción de Collazo “La Última Noche”, quien efectivamente se encontraba cantando en casa del músico el 30 de julio para morir de un infarto al día siguiente, 31 de julio de 1961. Sería la famosa cantante Myrta Silva quien coordinaría colectas y eventos para enterrar con decoro, con dignidad, a La Freddy en el cementerio capitalino. No es poca cosa que en el certificado de defunción se le identifique como vecino de Río Piedras.

Así culminaron los tres años de su gloria, en sus 26 años de vida difícil, en los que no perdió las ganas de soñar, a pesar de haber sido una trabajadora anónima en su Habana de los deseos.

Certificado de defunción de La Freddy. Foto: Archivo.

En vídeo, el único disco de La Freddy. pieza de colección

#Cubadebate

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *