Así es el G-20 de la gastronomía

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No basta con saber cocinar para formar parte del elitista club Chefs des Chefs, una de las organizaciones más exclusivas y prestigiosas del panorama gastronómico. Para obtener la membresía es imprescindible cumplir un requisito: ser chef de un jefe de Estado. Así lo explica su secretario general, el francés Gilles Bragard, que hace casi 40 años, cuando aún dirigía una importante empresa de chaquetas de chef, fundó este grupo con el objetivo de fomentar una red de camaradería y cooperación entre chefs personales. los políticos y monarcas más influyentes del planeta.

Hoy se les conoce como el G-20 de la gastronomía, aunque en un principio se parecían más al G-7. “La idea surgió en 1977, cuando invité a siete chefs a una cena en el restaurante de Collonges-au-Mont-d'Or (Francia) de mi amigo Paul Bocuse”. Al encuentro asistieron, entre otros, el chef de la Casa Blanca y también el chef del Eliseu. “Todos estaban cocinando para un presidente y estaban tan entusiasmados con la reunión que querían volver a verse. Dije: 'Está bien, comencemos un club'”.

Cada vez que los socios se reúnen, suelen organizar una cena benéfica para recaudar fondos.

Lo que empezó como una simple reunión alrededor de una bonita mesa acabó convirtiéndose en una reunión anual. El club creció y, juntos, viajaron por el mundo: desde Asia hasta Washington en los tiempos de Ronald Reagan, Barack Obama, Bill Clinton y Joe Biden. Incluso fueron invitados por el rey de Suecia a una recepción en el castillo de Estocolmo. Hoy en día, aunque se les conoce como el G-20 de la cocina, en realidad el club está formado por 22 chefs. “Es una organización sin ánimo de lucro”, subraya su secretario general, añadiendo que cada vez que se reúnen sus socios suelen organizar una cena benéfica con una ONG local para recaudar fondos. El último se celebró en septiembre, en el Quirinal de Roma, con el presidente Sergio Mattarella. Hace tres años, la ciudad de Madrid les recibió con el chef de Moncloa, José Roca, como gran anfitrión.

“Roca ya ha servido tres presidentes y está cerca de jubilarse. Actualmente representa a España en el club porque el chef Rey Felipe es un poco tímido y no quiere participar”, añade Bragard, explicando que la normativa determina que sólo puede haber un chef socio por país. “Cuando deja el cargo, llega uno nuevo. Es como si el papel del jefe de Estado fuera el mismo que el del cocinero”.

Puede que no tenga que afrontar la misma encrucijada política que el presidente al que sirve, pero tendrá que cuidar su nutrición las 24 horas del día, incluidos festivos y fines de semana. “Además, tienen que coordinar los almuerzos y cenas estatales, que son banquetes de altísima calidad y suelen contar con la asistencia de cientos de personas. “No pueden cometer ni un solo error”, afirma Bragard, asegurando que los chefs de los jefes de Estado suelen tener un equipo que varía según se trate de la realeza -unas 60 personas- o de una familia presidencial -normalmente unas 7 u 8 personas, como es el caso de la Caso Moncloa.

El acceso al puesto tampoco es fácil. “No puede haber ni un solo defecto en su CV, ya que la seguridad y la confidencialidad están obviamente en juego”. Por lo tanto, antes de iniciar una investigación importante para elegir al nuevo chef como jefe de Estado, suele ser necesario promocionar directamente al sous chef. Mantener el secreto profesional también es obligatorio, ya que revelar las preferencias culinarias del presidente a veces tiene repercusiones políticas. “Vimos esto con Bush. Dos semanas después de confesar que no le gustaba el brócoli, los productores de esta hortaliza se manifestaron en su contra frente a la Casa Blanca. O con Chirac, que decía que le encantaba la cabeza de ternera y que allá donde iba la gente quería prepararle esta receta. “Terminó diciendo que la odiaba”.

“Este es un trabajo para aquellos que realmente disfrutan sirviendo a su país”, dice Bragard y añade que, curiosamente, todos los cocineros del club tienen el mismo tipo de carácter. “Son personas muy puntuales y muy precisas”. ¿El contrato del chef termina cuando el presidente es destituido? “No, sólo en un país: Canadá. Allí, cuando el primer ministro finaliza su mandato, cambia todo el personal de la administración. En otros lugares – concluye Bragard – nunca lo he visto”.

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