Los 88 años del flaco García, último superviviente de la comparsa de Olmedo: “Me picas y me pongo champagne”

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16 de septiembre de 2024 19:28 Lectura de 11 minutos'

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Vestido con una chaqueta de River (“me la regaló Passarella”, dirá, orgulloso), este hombre de casi 1,90 metros se mueve con rapidez y cierta agilidad. Es difícil seguir el ritmo de Juan Carlos García mientras se abre paso entre los transeúntes en el centro de Caballito. Se escucha un grito: “¡Grande, Flaca!” El saludo se repetirá unos metros más adelante, también en la esquina, y un poco más adelante. También en el bar que elige como escenario para esta entrevista.

“El Flaco” García, con el campeón de River que le regaló Pasarella, en un bar de Caballito. María Besson

“Nunca he experimentado el cariño de la gente en la calle, ni siquiera cuando tenía una cámara”, confiesa García. Cuando me levanto por la mañana le pido a Dios que me haga durar un poco más, para vivir lo que estoy viviendo. “Me abrazan, me besan”.

—¿Y usted siempre correspondió ese cariño?

-Vida. Una sola vez… Mire, estaba en el autobús, en el 53, y una señora me dijo: “¡García!”. Y yo, en voz baja: “¡Qué aficionado al fútbol!” “Pero García, ¿por qué? “Sólo quiero darle un abrazo”. “No señora, es por culpa del conductor del autobús”, le dije. Le eché la culpa a él, que me dejó viajar sin pagar. “Vamos, señora”, y le di un abrazo. Me dejó aquí… lo lamenté.

“El flaco” García con Alberto Olmedo en el sketch de El Manosanta

A García le gusta definirse como un “superviviente”. Debutó como extra a los 13 años en Corazón, película con Narciso Ibáñez Menta y Alfredo Barbieri, el padre de Carmen. Y ahora, que cumplirá 88 años el 4 de julio, es el último miembro de un grupo de comediantes populares que han brillado en la televisión, el cine y el teatro.

“Trabajé con los más grandes de la República Argentina. Y se fueron todos”, lamentará el actor, que supo ser -muchas veces a través de la elocuencia de sus gestos y sus silencios- el lado fiel de José Marrone, Alberto Olmedo, Juan Carlos Altavista, Jorge Porcel y Tato Bores, entre muchos otros. . “Marrone decía: 'El Flaco es como el solomillo, porque no lo encuentras por ningún lado'”, destaca.

—Juan Carlos, quiero ir al principio…

—(Interrumpe) ¡Lo que tú me digas! Me gusta hacerlo como el Negro Olmedo: sin guión.

—Háblame de tus orígenes.

—Soy de Boedo, mi barrio de toda la vida. Debieron haberle hecho un monumento a mi madre: tenía 12 hijos. Y también crió a otros dos, de gente que se fue y los adoptó. Los primeros seis hermanos eran varones; los últimos seis, mujeres. Y yo era el menor de los chicos. Vivíamos en una casa grande y todos contribuíamos.

Con Alberto Olmedo en el papel de Rucucu, Juan Carlos Casas, Moria Casán y Polvorita

—¿Había necesidades en esa casa?

—Nunca faltó alimento, ni de noche ni de mañana. Pero quería ayudar a mi señora. Y en la esquina de San Juan y Boedo me puse a lustrar zapatos. Siempre tuve miedo de que apareciera mi viejo, porque no quería que trabajara. ¡Y cuando dije que me iba a casar me quisieron matar! Querían que me quedara allí, en casa.

—¿Saliste de casa de tus padres para casarte, sin haber convivido antes?

-Sí. Casado, correctamente. Hice la fiesta en casa de mis padres. Ahora soy viudo. Perdí a mi esposa… (pausa, las lágrimas llenan sus ojos). Murió hace un año.

—Se ve triste.

-¡Eh! No quiero saber nada de nadie… Ya nadie me llama la atención. Me llaman mis amigos, Brodsky (Adriana), Romero (Susana): “¡Flaquito, dale!” Y no quiero quedar mal, pero no quiero nada.

“El flaco” García en una foto de su álbum privado con Jorge Porcel

—¿Preferirías quedarte en casa?

-Sí. Almuerzo en algún lugar y luego me acuesto en el campo a ver fútbol, ​​lo cual no me gusta mucho, porque me gusta el fútbol antiguo. Y me quedo ahí toda la tarde, en mi casa, que es la misma que cuando vivía con mi mujer. No cambié ni quité nada.

—¿Puedes contarme tu historia de amor? ¿Dónde la conociste?

—Debería haber ido a prisión: mi esposa tenía 14 años cuando la conocí.

-¿Y tú?

—Yo tenía 23 años. Ella iba a la secundaria, en 24 de noviembre y Pavón, y yo tenía el auto y la seguí despacito. ¡Ni siquiera me importaba! Cuando su familia pasó por mi lado, vi al Diablo, porque ya trabajo en televisión, y el hombre del espectáculo no estaba bien considerado. Hasta que un día nos fuimos. Y así estuvimos juntos durante 60 años. Lo que fue mi esposa para mí… la tengo aquí (toca el corazón). Resulta que fui un privilegiado, alguien tocado por la varita mágica. A veces ahora, cuando estoy sola en casa, empiezo a pensar: “¿Cómo es que viví todo esto y nunca quise ser más?”.

“El flaco” García con Beatriz Salomón en el sketch El Manosanta

—Siempre brilló en papeles secundarios. ¿Alguna vez ha aspirado a un puesto de liderazgo?

—No, no… quedé satisfecho con eso. ¡Si lo viviera! Y él estaba con todos estos fenómenos. ¿Qué más quería? Entretenimiento, comidas; las mujeres, quienes las rodean en nuestro entorno. Los miércoles, cuando terminábamos de grabar, íbamos todos a cenar con el Negro Olmedo. También comimos con Monzón. Éramos muy buenos amigos, pero él era un bromista, un luchador. Y luego… las drogas y todo.

—Los años 80 fueron años valientes en el espectáculo, que terminaron con lo que se conoció como el trágico verano de Mar del Plata: la muerte de Olmedo y el feminicidio de Monzón.

—Uf… Sí.

—Y usted, en ese ambiente, ¿cómo logró escapar de las drogas y las adicciones?

—Para mi esposa. “Vístete, vamos a comer”, dijo. “Pero papi, sabes que yo…” Le gustaba el ambiente artístico y todos la adoraban: Moria Casán la quería con locura, Susana (Giménez), Olmedo, Tato Bores… Y siempre le ofrecían trabajo, pero ella nunca. lo quería. ¡38 años enseñando! Se jubiló como maestra. Entonces íbamos a comer y a las 2 o 3 de la mañana, cuando todavía estaban todos, mi esposa me decía: “Vamos, papá”. Y me fui con ella… Por eso les digo: mi esposa me salvó.

“El Flaco” García con Sandro

—Cuando a tu esposa le ofrecieron un trabajo en la industria, ¿quisiste que lo aceptara o preferiste que dijera que no?

—Nunca me negué. Ella no quería. La decisión siempre ha sido tuya. Tato Bores la llamó y le dijo que no.

—¿Qué recuerdas de la salida de Olmedo?

—(Pausa) Ese año no pude ir a Mar del Plata porque estaba trabajando con Minguito en Buenos Aires. Ese día, sábado 8 de marzo de 1988, estaba sacando el auto del garaje a las 8 de la mañana y escuché a un locutor de radio decir: “Olmedo perdió la vida en un accidente”. Pensé que era mentira porque hace años el negro Olmedo difundió la noticia de que se había suicidado. ¡Y surgió un desastre! “Bueno, otra vez”, pensé. Luego cambié la radio, puse a Héctor Larrea y lo escuché decir que el Negro se había suicidado. No sé cómo no le pegué… (se queda callada, llora). Detuve el auto y comencé a llorar. Un hombre se me acerca: “¿Qué pasa, señor?” “No, no, nada”. Me quedé allí, muerto. Tenía una pitillera para dársela al Negro y nunca logré dársela.

Con Alberto Olmedo, Nancy Herrera, Vicente La Russa y Alfonso Pícaro

—¿Cómo es cuando aquellos a quienes tanto amas se van?

—¡Ah! Sentí a todos. A Minguito, a Marrone… Estos son los golpes de la vida. La vida te da cosas buenas y malas. Todos se fueron. El único que queda es el Flaco García: soy el último superviviente. Ahora me quedo en casa y miro al techo, extrañando sobre todo a mi esposa. Y luego, de vez en cuando enciendo la televisión y en una película del canal Volver me veo joven.

—¿Cómo definirías a Olmedo como amigo?

-Generoso. En la vida real hablaba en serio, con nosotros, con el bar. Pero cuando se encendió la luz (de la cámara), nadie se detuvo… ¿Puedo decirte algo, entre nosotros? El negro estaba con todos. Y la más bella de todas fue Susanita Traverso. ¡Divino! Y enamoró a todos. ¿Por qué? ¡Porque el negro era un fenómeno! Cada año llevaba una mina diferente a Europa en su cumpleaños. Íbamos a comer y todos querían ir con él. Nadie se negó con el negro. Y no fue como con Gordo (Porcel)…

—¿Porcel era diferente?

—Me ayudó mucho… Pero fue valiente, sí. El Gordo estaba jodido con las mujeres. Como sabía que era un desastre, el Gordo un día me dijo: “Tú, Flaco, estás lindo como una mesita de noche. Despierta, enciende la luz y nos vemos” (sonríe). Mire, Gerardo Sofovich era un tonto, mucho más inteligente que (su hermano) Hugo, que era un tipo más amable, más entregado. Pero Gerardo estaba jodido. ¡Uf! Trataba mal a todos: a los artistas, a los trabajadores del canal. Pero yo no. Mira, conocí a algunos tipos jodidos, pero siempre fueron buenos conmigo.

—El espectáculo siempre ha sido un mundo complicado.

-Mirar. Te das la vuelta y te apuñalan. Pero conmigo no pudieron hacerlo. ¿Sabes por qué? Me hice querer por todos. Y yo siempre fui igual, nunca actué bien.

—¿Nunca nadie en los medios te ha jugado una mala pasada?

-Solo uno. Pero no diré quiénes, no quiero nombrarlos… Resulta que disfruté estar en el programa, la sanata; Fidel Pintos fue el primero en hacer esto. Una vez hice un esquema y dije algo fuera del guión. Y como a este personaje, que era el jefe del programa, no le gustó el bocadillo que le puse, subió a hablar. Porque cuando alguien le daba un poco de sombra, inmediatamente se derrumbaba. Y luego dejé el programa. Quería agarrarlo con fuerza. Luego lo conocí en Mar del Plata y todo estuvo bien: “¡Flaco, qué lindo te ves!”, me dijo… ¡Pues ya le pondré un nombre! Juan Carlos Calabró. (Con Minguito era) noche y día. ¿Sabes qué era Mingo? ¡Un pan de Dios!

“El flaco” García con Martín Karadagián

—Estamos hablando de grandes figuras, también hubo mujeres que destacaron mucho, como Moria Casán.

—Moria… ¡una verga divina! ¿Sabes lo que nos dijo Moria Casán a mi esposa y a mí? “Aquí vienen los hermanitos, porque siempre están juntos. ¡Son la única pareja en la televisión que no se separa! “Todos tenemos hijos con diferentes personas y tú, Flaco, siempre con tu mujer”.

—¿Y Susana Giménez?

—Ella era más… aristocrática. Moria era más una ciudad. Pero ambas son buenas minas. También éramos muy amigos de Cacho Castaña y sólo hubo una cosa que no me gustó de él: declaró que estaba con Susana y que tuvo que esconderse en el baúl de un auto. Esto molestó a Monzón. Usé la palabra cornudo. No debería haber dicho eso. El peor que pudo haber sido Monzón… pero como campeón del mundo, el mejor. Y le dije: “Tiene que haber códigos, Cacho”. “¡Pero no, Flaca! “Que más que nada está despegando”, respondió.

—¿Ganaste mucho dinero a lo largo de tu carrera?

-Sí, sí.

—¿Y qué hizo?

—Viví la vida muy bien. Compré el apartamento, el coche. Ahora le regalé el auto a mi sobrina, un Chevrolet, porque ya no quiero conducir. No quiero ensuciarme en la calle. Pero mira, ¿cómo me ves? Estoy así con 88 piruletas: pienso bien, camino bien. ¿Y sabes por qué soy así? Por eso te dije: para mi esposa.

“El Flaco” García con Cacho Castaña

—¿Cómo te cuidas?

—Como bien. Casi no bebo vino. Pero mira, si me das un golpe, obtengo champán. ¡Qué champaña tomé con el Negro Olmedo! El frigorífico de mi casa no tenía estantes: había botellas de champán apiladas.

—¿Tienes miedo a la muerte?

-No. Mire, ya me imagino el lío que debe estar haciendo toda esta gente ahí, con los angelitos (risas). Los que se portaron bien, los que se portaron mal. ¡Deben ser muy molestos ahí arriba! Y llegaré, porque es vida, porque somos aves de paso. ¿Y sabes lo que pienso? Cuando llegue alguien me dirá: “¿Por qué tardaste tanto, Flaco?” Y yo responderé: “Porque me gustaba vivir. Y ahora voy a disfrutar de estar aquí, contigo (llorando). Con Olmedo, con Marrone… Y sobre todo con mi mujer”.

Juan Carlos “El flaco” García hoy, con sus 88 años llenos de historiaMaría Bessone

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